Los sucesos que se viven en una población, se pretenden comprender y se interpretan a partir de la cosmovisión o percepción de la realidad. Todo ser humano hace referencia al pasado, el registro de las acciones realizadas por los hombres es lo que conocemos como historia. Situación difícil de resolver es establecer objetivamente un suceso acontecido en el pasado cuando las interpretaciones son subjetivas. La labor del historiador es de suma importancia para colocar en su justo contexto el suceso, para recuperar el conocimiento del pasado; haciendo uso de enfoques, con el propósito de buscar en el pasado respuestas a inquietudes presentes.
Es de gran interés recuperar el pasado de Izúcar, (la antigua Itzocan, conocida así desde su fundación en la región de Coatlalpan, de la cual no tenemos una fecha precisa) ya que nos otorga identidad cultural, enraizamiento, orgullo por lo propio, por lo que ofrece nuestra tierra. En este sentido, Izúcar de Matamoros ha sido protagonista de tres momentos claves que han construido este país, la Independencia, la Reforma, y la Revolución; todas ellas transformaciones violentas y bélicas. Es necesario reconocer nuestra participación en cada una de estas transformaciones y darle su justo mérito al momento de transformación pacífica que estamos presenciando.
Así entonces presentamos un grupo de abstractos escritos, tomado de la publicación “PUEBLA EN LA MIRADA DE SUS CRONISTAS MUNICIPALES, MONOGRAFÍA TOMO II” editado en el año 2016 proporcionado por el Arqueólogo Raúl Martínez Vázquez que da cuenta de nuestra historia local y que a continuación presentamos en cuatro apartados.
Izúcar es una deformación de la palabra náhuatl Itzocan, teniendo varias interpretaciones para lo que significa; la referencia más antigua es la propuesta en la obra de Antonio Peñafiel, “Nombres geográficos de México” salida a la luz en 1885; de acuerdo a ésta deriva de la palabra Itzoca que significa “tener sucia la cara”, la n, significa lugar, la acción del verbo se expresa por las huellas presentes en el glifo del Códice Mendocino; al unir ambos signos se obtendrá “lugar en que se pintaban o embijaban la cara” (Peñafiel, 1885:129).
El glifo que se utiliza como elemento representativo para Izúcar es uno de varios que constan en diferentes documentos pictográficos con tradición prehispánica, se trata del que aparece en la lámina 42 del Códice Mendocino, la cual presenta los tributos al imperio azteca que daban una serie de pueblos, cuya cabecera era Tepeaca.
Si bien aún no se ha podido documentar la oficialización de este escudo por parte del Cabildo izucarense, desde hace ya algunos años ha venido en desuso en la documentación oficial; el escudo en cuestión fue diseñado en 1955 por el profesor de pintura del entonces recién inaugurado Centro Escolar Presidente Lázaro Cárdenas, Rodolfo Domínguez Munive, a petición del entonces presidente municipal Manuel Sánchez Espinosa, toda vez que Izúcar no contaba con un escudo (Sánchez, 2000:13).
Las raíces históricas de la actual ciudad de Izúcar de Matamoros se remontan a la época prehispánica, existiendo evidencia material tanto por hallazgos arqueológicos fortuitos así como por algunas investigaciones formales. Es el sitio arqueológico de Las Bocas, ubicado bajo la población actual del mismo nombre a unos cuantos kilómetros al oriente de Izúcar, el que más información ha proporcionado sobre los habitantes más antiguos de la región; si bien este lugar ha sido sumamente saqueado, encontrándose piezas provenientes de aquí en museos y colecciones privadas tanto nacionales como extranjeros, la investigación arqueológica ha sido fecunda en datos. Este lugar fue una aldea agrícola autosuficiente cuyo desarrollo se dio desde fines del Preclásico Temprano hasta el Preclásico Medio (1250-800 a. C.), la cual formó parte de una red de intercambio comercial, con distintas regiones mesoamericanas (Paillés, 2008).
Izúcar, la antigua Itzocan, era el asentamiento de mayor jerarquía de la región conocida en el Posclásico Tardío y principios del periodo colonial como la Coatlalpan; el elemento geográfico en torno al cual se ha asociado en términos físicos e históricos es el río Nexapa, en torno al cual nacieron y crecieron los pueblos considerados coatlapanecas. No se tiene la certeza de cuando se fundó el asentamiento de Itzocan, si bien es probable que con las oleadas de grupos chichimecas posteriores a la caída de Tula, hayan llegado estos grupos a la región izucarense; son varios los cronistas coloniales que hacen mención que uno de estos grupos acaudillado por Xelhua pobló Itzocan pero con ese mismo nombre se designa a más de un líder chichimeca, siendo el correspondiente a los totomihuaque quien si se hizo presente en la Coatlalpan (Herrera, 2000:90); lo que sí es claro es la presencia del glifo de Itzocan en los mapas de la Historia Tolteca Chichimeca, por lo cual se puede inferir que para estas épocas ya había un asentamiento con ese nombre.
La palabra Coatlalpan es de origen náhuatl, traduciéndose como “en la tierra de las serpientes o “tierra de serpientes” o posiblemente “en la tierra de Coatepec”, en referencia a la antiquísima población del mismo nombre (Paredes, 1991:93). Cronistas coloniales como Diego Durán y Hernando de Alvarado Tezozómoc hacen mención en sus obras de la región de la Coatlalpan (Herrera, 2000:45-46) y también existe testimonio del nombre en una fuente cartográfica de 1570 y en una fuente primaria de la segunda mitad del siglo XVI. La cartografía en cuestión es uno de los mapas del atlas mundial publicado por el geógrafo belga Abraham Ortelius, en donde se destaca en caracteres mayores la palabra Coatlaplanecas y en torno a ésta los nombres de diez poblaciones de tradición prehispánica así como el curso del río Nexapa (Paredes, 1991:93);
En cuanto a la fuente primaria citada es la llamada Suma de Visitas de los Pueblos de 1548, cuyo manuscrito original se localiza en la Biblioteca Nacional de Madrid (Cepeda, 2004:4); en dicho escrito se proporciona valiosa información acerca de los pueblos coatlaplanecas, que corresponderían a los ubicados en el valle de Izúcar y los valles vecinos, esto para finales del siglo XV y principios del XVI (Herrera, 2000:46); además de Itzocan, aquí aparecen referenciadas poblaciones como Tatetla y Colucán, que actualmente pertenecen al municipio de Izúcar.
No se tiene una fecha precisa de la conquista de la Coatlalpan por parte de la Triple Alianza, pero al parecer sucedió entre 1458 y 1466, periodo en el cual las campañas de esta confederación militar alcanzaron su máximo esplendor. De acuerdo al cronista colonial texcocano Ixtlixóchitl fue Nezahualcóyotl quien encabezó las campañas que conquistaron entre otros lugares, Itzocan, el principal asentamiento de la Coatlalpan (Paredes, 1991:13). Paredes destaca que más allá de la fecha de conquista por parte de los mexicas, su presencia en el centro y sur del actual estado de Puebla vino a transformar el panorama político prehispánico, beneficiando las campañas tanto militares como comerciales de la Triple Alianza; a la par con la penetración mexica en esta zona se cercaba por el sur a los señoríos que aún se mantenían independientes en el Altiplano mesoamericano: Huejotzingo, Tlaxcala y Cholula (Ibídem: 14).
Se desconoce si existe alguna relación entre la conquista de Izúcar y la del señorío de Tepeaca, que se caracterizó por ser un lugar en donde se opuso mucha resistencia a los mexicas, pero que cuando cae se convierte en el centro recaudador del tributo para la Triple Alianza; testimonio de lo anterior es el códice conocido como la Matrícula de Tributos, donde aparecen los pueblos que tributaban al imperio mexica así como los productos que aportaban; la lámina 22 del citado documento pictográfico es en donde aparece Itzocan y algunos otros pueblos de la Coatlalpan y tiene su lámina equivalente en el Códice Mendocino, el cual ya pertenece a la época colonial. Son seis las poblaciones que aparecen con su respectivo topónimo y los productos que tributaban al imperio azteca consistían en frijol, maíz, pieles de venado, fardos de cal, puntas de otate, otates, cacaxtles (aparejos para cargar) y cañutos de tabaco; no obstante a dicho tributo no únicamente contribuían los pueblos coatlapanecas sino también otros asentamientos, todos ellos ubicados en el actual estado de Puebla.
Con el dominio de la Triple Alianza consolidado en la región, los coatlapanecas contribuyeron a las posteriores campañas militares tanto como soldados como con bienes materiales; lugares como Tututepec, Coixtlahuaca, Tehuantepec en el actual estado de Oaxaca así como Tlapa, en el actual estado de Guerrero fueron subyugados con la participación de los pueblos de la actual región izucarense (Herrera, 2000:101-102). La participación de los señoríos coatlapanecas de Itzocan y Chietlan se menciona cuando en 1518 se produce la guerra final entre los mexicas y los tlaxcaltecas, cuya batalla terminal se da en el valle de Atlixco, siendo derrotados los primeros junto con sus aliados (Torquemada en Herrera, 2000:101).
Cuando los conquistadores españoles se hacen presentes en tierras mesoamericanas, tanto Izúcar como toda la Coatlalpan se encontraban bajo el yugo del imperio azteca. Es así que tras la derrota conocida como la Noche Triste, el conquistador Hernán Cortes y sus huestes huyen hacia Tlaxcala, donde convalecen varios días, precisamente con la ayuda de los tlaxcaltecas así como de los huejotzincas y de los cholultecas ataca otras poblaciones como Tepeaca, la cual logra dominar; en ese contexto el tlatoani azteca Cuauhtémoc envió guarniciones a varios lugares entre ellos Guaquechula (la actual Huaquechula) e Izúcar; Cortés envía a un contingente de 300 hombres, entre españoles y tlaxcaltecas, al mando de Cristóbal de Olid, quienes lograr tomar Guaquechula para después ir sobre Izúcar, la cual, de acuerdo a Bernal Díaz del Castillo, fue muy difícil tomar (Herrera,2000: 101-102); la lámina 39 del códice conocido como Lienzo de Tlaxcala da testimonio gráfico del este hecho bélico. Lo antes relatado sucedió en septiembre de 1520, dejando el conquistador hispano en sus cartas de relación una valiosa descripción de dicho lugar:
Esta ciudad de Izzucan será de hasta tres o cuatro mil vecinos; es muy concertada en sus calles y tratos; tenía cien casas de mezquitas y oratorios muy fuertes con sus torres, los cuales todos se quemaron. Está en un llano a la halda de un cerro mediano, donde tiene una muy buena fortaleza; y por la otra parte de hacia el llano, está cercada de un hondo río que pasa junto a la cerca, y está cercada de la barranca del río que es muy alta [...] Tiene un valle redondo, muy fértil de frutas y algodón [...] y allí es tierra caliente y cáusalo que está muy abrigada de sierras: todo este valle se riega por muy buenas acequias, que tienen muy bien satadas y concertadas. (Cortés, 1985: 191)
El triunfo español y de sus aliados indígenas, sobre los guerreros itzocanos abrió las puertas para el dominio de la región, interesándose los conquistadores en el potencial agrícola y la ubicación estratégica. En 1520, Izúcar fue asignado en encomienda a Pedro de Alvarado junto con otras poblaciones coatlapanecas como Tepapayeca y Chietla, quien además apadrinó al joven heredero de Itzocan; la encomienda la compartió junto con su hermano Jorge (Paredes, 1991:57); en 1529 la Primera Audiencia le confisca los tributos, aunque la corona no reclamó la encomienda hasta la muerte de Pedro de Alvarado y su esposa en 1541 (Gerhard, 2000:164); para 1548 únicamente se registran trece españoles en Izúcar, aunque con el paso del tiempo fueron llegando más para establecer haciendas, básicamente de producción azucarera, quienes además trajeron esclavos negros (Ibídem, 166).
Los cambios que implicaron el establecimiento del poder español se vinieron a acrecentar más con la llegada de una nueva religión, la católica. La evangelización de Izúcar y de la mayor parte de la Coatlalpan estuvo a cargo de los dominicos. Se conoce por referencia en fuentes escritas que fue fray Francisco de Mayorga el primer religioso que estuvo en Izúcar hacia 1533. Los frailes dominicos establecieron un convento en Izúcar, esto debido a su importancia comercial y su ubicación estratégica, el cual se edificó entre 1541 y 1556, aunque hubo un primer edificio del cual dieron testimonio las exploraciones arqueológicas llevadas a cabo en 2010.
Desde sus orígenes el templo dominicano sirvió como parroquia de Izúcar hasta 1641 cuando durante el proceso de secularización impulsado por el obispo y beato Juan de Palafox y Mendoza, se establece otra parroquia, la de Santa María de la Asunción, quedando a partir de entonces una para naturales (indígenas) y otra para españoles. Fue hasta 1755 cuando los dominicos dejan la parroquia y el convento al clero diocesano, debido al proceso de secularización ordenado por el obispo poblano Domingo Pantaleón Álvarez de Abreu.
Sobre la fábrica material del templo parroquial de Santa María de la Asunción no se cuentan con datos fidedignos aunque existe la mención que antes de edificarse estuvo asentada en el templo de Santiago Apóstol “Santiaguito” (Fuentes, 1970:24). En el Archivo Parroquial de Izúcar se conservan documentos que avalan la erección canoníca de la parroquia de Asunción desde febrero de 1641, fecha en la cual el Racionero de la Catedral de Puebla, a nombre del obispo Palafox nombra a dos curas para encargarse de esta parroquia que se denominó de españoles. Por las características arquitectónicas del templo pueda asignarse al siglo XVII; dicho edificio es de planta de cruz latina, con capillas a los lados; su fachada está trabajada en argamasa y tiene como remate una espadaña; el campanario es de dos cuerpos con cupulín rematándolo. El interior en la actualidad es más bien neoclásico, producto de las remodelaciones que ha sufrido tanto desde finales del siglo XIX como en la segunda mitad del XX y hasta recientemente.
En 1748 después de varias gestiones ante las autoridades virreinales y eclesiásticas se funda el Hospital de Nuestra Señora de los Dolores, a cargo de los frailes juaninos; dicha institución se logra por la conjunción de esfuerzos tanto de los españoles como los indígenas de Izúcar, así como de jueces y curas del pueblo. El 6 de agosto de dicho año se presentó el juanino Blas de Sandoval, quien en compañía de autoridades y vecinos, tomó posesión del terreno donado para tal efecto; rápidamente comenzaron las obras del edificio, concluyéndose éste, mas no la iglesia anexa que se quedó a medio hacer; para 1770 la construcción se hallaba en ruinas, hasta que con la llegada de fray Juan Fernández, las cosas se pusieron en orden, reparándose el hospital y terminándose la hermosa iglesia; no obstante 22 años después, el hospital de nuevo estaba en ruinas, por lo cual los vecinos se dieron a la tarea de contribuir a su reconstrucción, para lo cual echaron mano hasta de la organización de corridas de toros (Muriel, 1960). Los juaninos siguieron a cargo del hospital hasta 1850 cuando el ayuntamiento se hizo cargo del mismo, ya en el siglo XX el hospital tuvo el apoyo del cura Arturo Márquez, así como del Club Rotario, hasta que en 1959 se inaugura el Centro de Salud por lo cual deja de funcionar convirtiéndose la mayor parte en la Casa de Cultura y otra parte en una escuela secundaria (Sánchez, 2004:143-144)
El edificio del antiguo palacio municipal fue mandado a construir en 1700 siendo virrey de la Nueva España, fray Payo Enríquez de Rivera y reinando en España Carlos II, tal como reza la inscripción ubicada en una de las esquinas del edificio. No obstante se sabe por la Relación de 1792 que para dicho año las casas reales, es decir el edificio de gobierno de Izúcar habían sido reedificadas con extensión y comodidad, todo a expensas de los naturales (indígenas). Siendo prefecto de Izúcar el general José María Pavón en 1833, ordena acondicionar la planta baja del inmueble como cárcel; con el movimiento revolucionario el edificio quedó arruinado, siendo reconstruido durante el gobierno municipal del general Salvador Martínez Cairo (Sánchez, 2004)
En enero de 1781 siendo virrey de la Nueva España, don Martín de Mayorga hubo una sublevación por parte de los naturales de Izúcar, cuyo origen fue la inconformidad por los abusos del Alcalde Mayor y otros funcionarios relacionados así como problemas en la elección de las autoridades indígenas; en dicho tumulto, el cual fue reprimido con la intervención del ejército virreinal, tuvieron destacada participación personas de los barrios de la Magdalena y San Bernardino, quienes como castigo por iniciar el disturbio fueron enviados a trabajos forzados en La Habana, Cuba (Sánchez, 2004:161-163). >>
Izúcar participó activamente en el movimiento de Independencia, sobre todo si se considera el importante potencial económico de la región así como su ubicación estratégica en las proximidades de Atlixco y por ende de la misma ciudad de Puebla. Dos fueron los hechos de armas más relevantes en esta época, los cuales tuvieron como personajes centrales a los curas José María Morelos y Mariano Matamoros. En noviembre de 1811 Morelos inicia su segunda campaña, ocupándose el mismo de la toma de importantes poblaciones del suroeste de la entonces Intendencia de Puebla. El 10 de diciembre, Morelos entra a Izúcar, donde es recibido con grandes muestras de regocijo (Zarate, 1983:267); seis días después se le une Mariano Matamoros, concelebrando ambos misa en la entonces parroquia de naturales de Santo Domingo, en donde además invitan al pueblo a luchar por la Independencia. Seiscientos soldados realistas al mando del coronel Miguel Soto Maceda, atacaron Izúcar desde el cerro del Calvario, el 17 de diciembre; Morelos apenas tuvo tiempo de fortificar el perímetro de la plaza principal de la población; cinco horas duró el combate, al cabo de cual un herido Soto Maceda y su segundo el teniente Pedro Micheo emprendieron la retirada (Ibídem.) Poco más de dos meses después, el 23 de febrero de 1812, el brigadier realista Ciriaco de Llano llegó a Izúcar con cerca de dos mil hombres, rompiendo sobre la población con un vivo cañoneo por cerca de dos horas; el ataque fue rechazado valerosamente por los insurgentes al mando de don Vicente Guerrero y del padre José María Sánchez; los dos días siguientes las tropas realistas repitieron su ataque, teniendo como base el cerro del Calvario, pero sin ningún éxito. Para el día 26 tuvieron que retirarse, debido a la solicitud para que dichas tropas apoyaran el sitio que el jefe realista Félix Calleja hacía sobre Cuautla; en esta retirada una fuerte columna insurgente los persiguió, quitándoles un cañón y tomando algunos prisioneros (Ibídem, 291). Matamoros regresaría otra vez a Izúcar en junio de ese mismo año, fortificando el cerro aledaño a dicha población y estableciendo una fábrica de pólvora, para lo que se proveía de buen salitre de los pueblos de Huacayan y Tochimilco (De la Fuente, 1913:43).
Matamoros se hospedó en una casa aledaña a la plaza mayor de Izúcar, la cual era propiedad del señor Jesús Fuentes Pacheco, la cual además sirvió de cuartel para planear la lucha por la independencia; dicha casa es el Portal Hidalgo o Casa Colorada, sede actual del gobierno municipal (Sánchez, 2004:233). Desde antes de establecer su cuartel en Izúcar, Matamoros ya había venido reclutando gente para la causa insurgente pero escogió dicho lugar para organizarla. De la Fuente citando el reporte del jefe realista Armijo menciona que la fuerza de Matamoros se componía de cerca de 3000 soldados organizados en 27 compañías, más una fuerza de artillería de 9 cañones; el regimiento de infantería se llamaba del Carmen, había dos de caballería denominados San Ignacio y San Luis y otro regimiento era el de Dragones de San Pedro, cuyo estandarte era negro con una cruz roja al centro y la leyenda “Inmunidad Eclesiástica” (Ibídem.); además don Mariano uniformó a su escolta con chaquetas azules con vueltas amarillas y dispuso que todos los días el Mayor de Plaza don Ignacio Vilchis instruyera a la tropa; estas tropas que en opinión de algunos historiadores se pueden considerar el primer ejército mexicano, tuvo importantes glorias para la causa independentista. Matamoros dejó Izúcar en noviembre de 1812, al ser llamado por Morelos a Tehuacán, no obstante fue hasta diciembre que los insurgentes abandonan Izúcar definitivamente (Gómez, 1992:62). Siendo gobernador del estado, el general José María Calderón, el H. Congreso del Estado expidió un decreto con fecha 29 de octubre de 1825, en el cual se concede al pueblo de Izúcar, el título de ciudad con el nombre de Matamoros, esto para perpetrar la memoria del insigne insurgente.>>
<< Durante la llamada Guerra de los Tres Años entre liberales y conservadores y previo a la Intervención Francesa en México, sucedió una importante batalla entre los dos bandos en Izúcar.
El 10 de abril de 1862 el general conservador Juan Cobos sitió la ciudad, la cual era defendida por el general Miguel Cástulo de Alatriste; este personaje abogado y militar a la vez, que había dejado la gubernatura del estado de Puebla un año antes, defendió heroicamente la plaza con su gente pero fue derrotado, herido y hecho prisionero. Al día siguiente, el 11 de abril por la mañana, el general Alatriste fue fusilado a un costado de una capilla abandonada (la capilla posa de la esquina noroeste del atrio de Santo Domingo), siendo sus últimas palabras “¡Disparen con valor que muero por mi patria!” (Cabrera, 1994:155); cabe comentar que Alatriste fue abuelo materno de los Hermanos Serdán, iniciadores de la Revolución Mexicana de 1910.>>
<<…Con el movimiento revolucionario de 1910 la región de Izúcar también tuvo mucha inestabilidad social, sobre todo por la cercanía con el estado de Morelos donde el movimiento zapatista tuvo su origen; Izúcar estuvo en poder de las huestes zapatistas entre el 20 de septiembre de 1916 y el 6 de junio de 1917 (Fuentes, 1970:61) pero se sabe que el 16 abril de 1911 el propio Emiliano Zapata tomó la ciudad y pidió la cooperación económica de los vecinos (AMIM, Caja 20). >>
Nos implica reconocer nuestra vocación rebelde y nos lanza al reto de enfrentar los problemas económicos, políticos y de seguridad que enfrenta el país, nuestra región y nuestra patria chica*.
*Extracto Plan de Desarrollo Municipal